TODA CLASE DE PIELES
Había una vez, en
un país muy, muy lejano, un precioso reino con un magnífico palacio en el
que vivían un rey,
su bella hija y una gran servidumbre.
Aquel rey, aunque
se llamado Carlos, todos lo conocían como el rey Avaricioso ya que de todos era
sabido que contrajo matrimonio con la difunta reina para apoderarse de todas
las tierras que poseía el reino.
Alma, que así se
llamaba la princesa en honor a la bondad de su difunta madre, creció feliz
rodeada de todos los que allí habitaban sin sospechar, ni un momento, el futuro
que su padre tenía reservado para ella.
Pasó su infancia
y su juventud correteando por todos y cada uno de los rincones de palacio. Le
encantaba estar en las cocinas ayudando a Petra a hacer esos estupendos
pasteles de nata que tanto le gustaban. Al señor Thom le echaba una mano en las
cuadras cepillando y dando de comer a los caballos reales, el señor Thom, por
su parte, le enseñó a montar convirtiéndose así en una excelente jinete. Lucas
era el encargado de los jardines a quién Alma podía estar escuchando, durante horas
y horas, hablar sobre las más bellas flores que jamás os pudierais imaginar. La
señora Juani contaba unas historias maravillosas, historias de dragones y
caballeros, de duendes y hadas, de príncipes y princesas….a Alma le encantaba
imaginarse siendo la protagonista de esas historias mientras le ayudaba a hacer
las camas y limpiaban los aposentos de palacio…
Y fue así, entre
fogones, cuadras y jardines, cómo Alma, sin darse nadie cuenta, se convirtió en
una princesa adulta, mañosa, inteligente y guapa….muyyyyy guapa.
Habían pasado
muchos años desde esa noche de primavera en la que nació Alma, una noche de
fiesta y alegría en todo el reino, una fiesta y alegría que se vio truncada, meses después, por la
muerte de la reina.
El Rey Carlos que
ya era conocido por su avaricia, vio peligrar su idea de casarse de nuevo para conseguir
ampliar el reino por lo que se pasó toda la infancia de Alma buscando por toda
la faz de la tierra el mejor reino para que fuera su hija la que se casara con
cualquiera que lo reinara. Alma, ajena a el propósito de su padre, tenía otros
proyectos ¡¡soñaba con encontrar al amor verdadero y ser tan feliz como las
protagonistas de las historias de la señora Juani!!.
Para Alma era
algo normal hablar de su madre, en palacio todos la recordaban con gran emoción
y era raro el día que no salía a relucir su nombre en alguna historia. Además
de los recuerdos que le contaban, Alma llevaba colgado al cuello un corazón
rosa de rubí, herencia de la reina, su madre, por lo que, aunque nunca la
conoció, creció queriéndola igual.
Pues bien…. Alma
se hizo mayor y su padre, ante la sorpresa de todos, invitó a palacio a los soberanos
de un reino del que nadie jamás había oído hablar. El rey le contó a su hija
que eran los reyes de un país muy poderoso y que vendrían acompañados de su heredero para
casarse con ella. Alma, asustada e incrédula de lo que estaba escuchando, pensó
que no sería buena idea negarse rotundamente ya que en aquella época los reyes
solían elegir con quién se casaban sus hijas las princesas. Así que Alma, que
era muy lista y astuta, pensó que la mejor manera para evitar esa visita era ponérselo
difícil a su padre. Y así lo hizo….
Papá- le dijo Alma- Cuando lleguen los reyes verán que este reino es mucho más pequeño y
no querrán que su hijo se case conmigo.
Mmmm, tienes razón hija- dijo el rey- pero lo tengo todo preparado, vamos a
preparar una gran fiesta en su honor.
Y tres días de bailes- dijo Alma- para los que necesitaré los vestidos más
bellos y hermosos que jamás hayan visto. De este modo, prosiguió Alma, no les quedará la menor duda de que este
reino tiene mucha riqueza.
¿Y qué vestidos son esos?- dijo el rey
Necesitaré un vestido dorado como el sol,
otro plateado como la luna y el tercero será brillante como las estrellas. Y
recuerda….para sorprenderlos, no pueden ser de telas conocidas y tendrán que
llevar las piedras preciosas más difíciles de encontrar…- dijo Alma
convencida de que su padre no lo conseguiría.
El rey Carlos se fue
con la certeza de que su hija tenía razón y de que si no lo conseguía aquella
boda nunca se celebraría así que, a la mañana siguiente, encabezó una
expedición que tardó en regresar 1 mes a palacio.
Durante ese mes
Alma estuvo feliz pensando que había conseguido evitar el viaje de esos reyes y
por lo tanto su boda con un príncipe que ni siquiera conocía. Lo que no pudo
evitar fueron los innumerables regalos de boda que llegaron a palacio ya que su
padre había mandado hacer un pregón para convocar a todas las personas nobles
del reino a la gran fiesta con motivo de la boda de su hija. Entre esos regalos
había un abrigo confeccionado con toda clase de pieles de animales que los
sirvientes de palacio le hicieron con sus propias manos para que se lo pusiera
cuando saliera a cabalgar, así Alma les recordaría siempre.
Cuál fue la
sorpresa de la princesa cuando, una mañana al despertarse, encontró en sus
aposentos los tres vestidos más bonitos que jamás hubiera podido imaginar. La
belleza de esas prendas le hizo recordar la inminente boda y entre lágrimas y pena comprendió que su
padre haría lo imposible para que se celebrara.
Y así fue, como
armada de valor decidió emprender un viaje lejos, muy lejos para comenzar una
nueva vida lejos de las imposiciones de su padre.
En el abrigo de
toda clase de pieles vio la prenda ideal para que nadie la reconociera durante
su hazaña y para que su padre no se opusiera a su marcha, decidió salir por la
noche, cuando todos durmieran. Esa misma noche envolvió los tres vestidos en
una sábana, cogió tres monedas de su reino a modo de recuerdo y fue a las
cuadras. Con su abrigo de toda clase de pieles ensilló a Rocinante, su caballo
preferido, y marchó para no volver.
Cabalgaron y
cabalgaron durante dos días y dos noches, pasando frío y hambre y cuando
salieron de los límites de su reino decidieron parar a descansar en un frondoso
bosque donde se creía a salvo.
A la mañana
siguiente se despertó al sentir como alguien le estiraba de la cadena del
cuello. Abrió los ojos y vio como un pequeño duende le miraba sin cesar.
¿Quién eres?- preguntó asustada Alma- devuélveme mi collar.
La cuestión no es quién soy yo, sino quién
eres tú porque un animalillo sucio y asustado no lleva un corazón de rubí en el
cuello- dijo el duende
Alma preocupada
por su collar, su pertenencia más preciada, y porque no descubriera quién era, le dijo que no tenía nombre que todo el mundo
le llamaba toda clase de pieles y que por favor le devolviera su collar.
El duende al que
le encantaban los juegos y que se creía muy astuto le dijo, convencido que no
lo lograría, que si quería recuperar el rubí tenía que pasar una prueba: hacer
que el príncipe se enamorara de ella.
Ese collar era
para Alma el único recuerdo que le unía a su madre y a su casa por lo que
aceptó con una condición:
Acepto el reto pero tienes que ayudarme a
entrar en palacio- dijo Alma
Y así fue como el
duende consiguió con ayuda de su amiga la cocinera que Alma entrara en las
cocinas de palacio como ayudante.
Allí estuvo
durante algunos meses, observando al príncipe de lejos, enamorándose sin darse
cuenta de aquel joven apuesto y bondadoso y tramando miles de planes para
conseguir su propósito. Por su parte, el príncipe ni sabía de su existencia ya
que Alma hubiera pasado totalmente desapercibida si no fuera por su abrigo de
toda clase de pieles que no se quitaba en ningún momento. Allí, en la cocina y
entre los sirvientes ella era “toda clase pieles”, una chica sucia y casi, casi
muda ya que sólo hablaba para contestar con si o no.
Un día se enteró
que los reyes estaban organizando tres noches de bailes para que su hijo, el príncipe,
eligiera esposa entre las cortesanas de los reinos vecinos y a Alma se le
ocurrió la idea de acercarse por fin a él.
La noche del
primer baile, Alma se esmeró mucho en acabar sus tareas pronto para poder irse
a dormir pero su intención era otra. Se fue a su habitación, un cuartucho en
los sótanos de palacio, se limpió la cara de hollín, sacó de la sábana el vestido
más dorado como el sol y se dispuso a llegar a los salones de palacio por los
pasadizos secretos que conocía a la perfección.
Apareció en el
baile resplandeciendo con su magnífico vestido y su melena rubia. Nadie conocía
a esa dama y fue su gran belleza la que hizo que el príncipe no dudara ni un
segundo en acercarse a ella. Pasaron toda la noche bailando y conversando hasta
que en un descuido de éste Alma desapareció del baile por el mismo sitio por
donde había llegado.
Cuando llegó a su
habitación se quitó el traje, se puso otra vez su vestido haraposo, su abrigo y
se manchó la cara con carbón. Subió a las cocinas, preparó el caldo que todas
las noches se tomaba el príncipe y se encargó ella misma de subirlo a sus
aposentos. Nadie se dio cuenta ya que estaban muy atareados con la fiesta. Alma
fue muy discreta y nadie se percató que debajo de la servilleta depositó una de
las monedas de su reino, una moneda con la cara de su padre impresa. El príncipe,
al terminar el baile subió a sus habitación desconcertado por la huída de la
princesa más bella que había conocido. Se sentó pensativo a tomarse el caldo y
cuando levantó la servilleta y vio esa moneda se inquietó al no conocer la
procedencia ni de la moneda ni de la chica.
Al día siguiente
Alma se comportó como todos los días y al llegar la noche hizo la misma
operación cambiando el vestido dorado por el plateado como la luna. Al igual
que la noche anterior, el príncipe no pudo evitar pasar toda la noche junto a
su princesa y, aunque evitó perderla de vista, Alma aprovechó el más mínimo
descuido para volver a huir.
Al llegar a las
cocinas, también supo aprovechar el caos para que nadie la viera salir con la sopa del príncipe y,
como la noche anterior, volvió a esconder otra moneda debajo de la servilleta.
El príncipe, pensando
en cómo buscar a la princesa desconocida, se tomó la sopa y al descubrir de
nuevo la moneda del también reino desconocido, entendió que eso era una señal.
La última noche
de baile todo se produjo de la misma manera excepto que esta vez Alma se puso
el vestido más brillante que las estrellas y que fue el príncipe el que se hizo
el despistado para que Alma se fuera.
Cuando Alma se
proponía dejar la moneda bajo la
servilleta la voz del príncipe la sorprendió.
Nunca pensé que debajo de ese abrigo tan
especial se encontraba la mujer más bella que jamás he visto- dijo el
príncipe mientras le abría la mano para descubrirle la moneda.
Alma se quedó sin
palabras, agachó la cabeza y el príncipe le quitó la capucha. Su gran melena
rubia cayó sobre su cara limpia ya que no se acordó de mancharla de nuevo y el
príncipe concluyó la frase con un beso.
Se pasaron toda
la noche hablando y Alma le contó su historia por lo que a la mañana siguiente
se presentaron los dos en el bosque, encontraron al duende y ¿sabéis
que?...pues que éste le tuvo que devolver a Alma su corazón de rubí.
Y así fue como
los dos príncipes se casaron y, cómo no, vivieron felices y comieron perdices.
ANÁLISIS
DE LA ADAPTACIÓN
Para la
adaptación del cuento “Toda clase de
pieles” he tenido en cuenta tanto la edad de los receptores ( 4-5 años) como el
simbolismo del cuento inicial ( un viaje que representa el paso de niño a
adulto, un final feliz con un matrimonio que simboliza la superación de las
pruebas, tener un compañero de viaje…), los roles de los personajes ( el rey
viudo, bella la princesa, el príncipe enamorado a primera vista) y los motivos
principales ( un viaje en busca de un amor que mejorará la vida personal, La
fuga de palacio sin despedida, la búsqueda del amor , el sol y la luna…).
Una
característica de los cuentos folclóricos es que el niño no se identifica con
el protagonista, principalmente por una diferencia de edad, pero el
protagonista representa al héroe de la historia, por lo tanto los niños miran
hacia él con admiración, con el deseo de parecerse a él cuando sean mayores.
Pues bien, ¿por qué no parecerse a una princesa “…mañosa, inteligente y guapa”? ( ya sé que las princesas en los
cuentos folclóricos son inocentes, bellas y buenas pero me pareció que no sería
mala idea añadirle algún atributo más ¿no?). El personaje principal, en este
caso la princesa, no he querido tocarlo ya que cumple con todos los requisitos
de un buen protagonista de un cuento maravilloso: Alma es adolescente, ha
vivido una infancia feliz y muy protegida en su núcleo familiar y que por voluntad propia abandona su hogar para iniciar
“un viaje iniciático”.
El incluir en la
historia personajes nuevos como el duende tiene su razón de ser en que, en esta
edad, los temas preferidos de los niños son las historias tradicionales de
princesas, de encantamientos y magia, de enanos, duendes…. Me pareció
interesante que parte de la historia se desenvolviera con la presencia de un
duende un tanto “listillo”” ya que
estamos en una edad en la que la fantasía es parte de la realidad ( “edad de
los cuentos” Karl Bühler) y que fuera precisamente él y no los cazadores
reales, el encargado de introducir a la
princesa en el palacio, el nudo de la historia, en un momento dónde se encontraba cansada y
sola.
Uno de los
cambios que he realizado es el ponerle
nombres a todos los personajes menos al
duende ya que esto ayuda a los niños a que puedan identificar con facilidad a
los personajes y les sean más cercanos.
Otro cambio que
creo que es importante es que en mi adaptación, Alma cuenta con un padre avaricioso
y con una servidumbre que intenta recordar a su madre todos los días para que
Alma crezca con un precioso recuerdo de ella. Por supuesto he cambiado el
motivo de la huida de Alma por ser un hecho morboso y, por qué no, una situación incómoda para mí que voy a ser
la que, supuestamente, lo cuente. Me gustaba más la idea de que fuera ella la
que tomara las riendas de su vida mostrando su valentía al irse sola y
pudiendo, de esa manera, demostrar sus capacidades y elegir su destino.
En el cuento
original, la princesa se va sola y andando mientras que en la adaptación Alma
se va con un compañero de viaje, su caballo Rocinante.
A la princesa del
cuento original la encuentran unos sirvientes del rey, en la adaptación la encuentra el duende. El
motivo de encontrar al príncipe varía aunque en la versión original se puede
considerar que es ella también la que va en su búsqueda.
Aunque los
abalorios y su procedencia son distintos ( en la versión que contaste eran
regalo de su madre y en la adaptación son monedas que coge ella como recuerdo
de su reino) los he mantenido porque son objetos “de unión” entre la princesa y
el príncipe. El cambio de abalorios lo he realizado porque no creo que los
niños supieran lo que son esos objetos, por lo que decidí utilizar un solo
objeto (monedas ).
Tanto en tu
versión como en la adaptación, la princesa es considerada como una especie de
“mendiga” ya que creo que es un hecho importante a la hora de mantener el
argumento. Un cambio importante es la procedencia del abrigo de toda clase de
pieles. En primer lugar ya no es un regalo del padre utilizado como “chantaje”
para la boda, sino que es un regalo de
la servidumbre. Aún con este cambio, la función del abrigo durante toda la adaptación
es la misma.
No obstante, con
todos estos cambios la historia del cuento sigue el mismo hilo y esto lo he
conseguido manteniendo muchos elementos:
Tanto Alma como
la princesa de la versión original tienen una infancia en palacio, son
bellísimas y las dos tienen un gran corazón.
Las dos huyen de
su palacio en la noche para que nadie las vea, con un nexo común, los
propósitos de su padre.
En ambas
historias, el viaje es duro y acaban cansadas, sucias y hambrientas.
A las dos las
encuentran y las dos se asustan en un primer momento.
Los vestidos,
como regalo del padre, me ha parecido importante mantenerlos ya que me parece
un elemento importante en la estructura del cuento. Los vestidos son iguales en
ambas historias y además son los protagonistas en los encuentros de los
príncipes.
El desenlace es
el mismo: amor a primera vista
Para ayudarles a
que la interioricen les he intentado
hacer partícipes de ella con frases como: “…..las más bellas flores que jamás
os pudierais imaginar”, “..y… ¿sabéis que?”, también he utilizado muchos
adjetivos para ayudarles a hacerse una imagen de los objetos o personas. En un
momento de la historia también les he explicado el porqué de la acción ya que
la historia está ambientada en una época con costumbres, creencias….que ahora
serían impensables:
“… pensó que no sería buena idea negarse
rotundamente ya que en aquella época los reyes solían elegir con quién se
casaban sus hijas las princesas”
Como era común en
la literatura folclórica, la moraleja no aparece de modo explícito ya que en
estos relatos podemos encontrar varias enseñanzas morales que he querido, de
algún modo, mantener para, si surge la
ocasión, poder hablarlas con ellos. Un ejemplo puede ser el hecho de no haber
obviado la muerte de la madre ya que me parece importante que los niños, de
algún modo, se familiaricen con este tipo de acontecimientos ya que,
desgraciadamente, los vivirán en algún momento de su vida. Enfocar este tema desde “el recuerdo
positivo” me sirvió para describirlo de una manera sencilla e incluso natural.
Pero, sin duda, lo más bonito de esos cuentos es que los oyentes, en este caso
niños, disfruten del relato y abran su mente a la fantasía, la emoción, la
imaginación y ellos mismos interpreten la historia y vivan la magia